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Ayahuasca, mi profunda y reveladora experiencia



Por un año entero me llamó la ayahuasca, salía en conversaciones con amigos, con clientes, se me aparecía en textos, podcasts; sabía que me estaba hablando, pero aún no estaba convencida.

Un día, un gran amigo me habla y me dice: “Este año quiero celebrar la vida de una forma diferente, invitaré a mis amigos mas cercanos e iremos a un fin de semana con la abuelita ayahuasca”.

¡No pude negarme! ¡Llegó mi hora!

Obviamente con un par de semanas de purificación (cero carnes, nada de alcohol), me dirigí a la aventura. A celebrar la vida con mi amigo Cheetah y sus amigos mas cercanos, a punto de hacer un viaje inimaginable a mi interior.

La primera toma fue de noche, dentro de un ashram divino en el Canto del Colibrí, en Valle de Bravo.

Presentaron una música irreal: Luis Cardoso en el violín, Michelle Busnello en la flauta, Germán con la guitarra y Lupita cantando música medicina que jamás había escuchado. Mi alma vibraba al mil.

No conocía a nadie más ahí, me daban nervios eso de depurar enfrente de todos y a oscuras.

Justo era cuando empezaba la pandemia, la energía estaba rara, todos pegados dentro del ashram, en fin.

Y empieza mi experiencia de ayahuasca

Es mi turno de pasar a recibir a la abuelita ayahuasca. El sabor es fuerte y yo no quería tomar agua porque sentía que empezaría con la depuración y eso me daría vergüenza.

Mi ego estaba como pavorreal, me invadían los nervios y la pena. Sentía que todo mundo me veía a pesar de que estaba oscuro.

Pasarón 45 minutos y empezó el viaje. Vi infinidad de imágenes, colores, figuras (geometría sagrada), todo se movía conforme a la música, como si estuviera viendo a través de un caleidoscopio. ¡Brutal!

Tenía ganas de depurar y lo controlaba con mi respiración, hasta que no pude mas y me salí del ashram a buscar un baño.

Cabe mencionar que tenía mi cubetita enfrente con papel de baño y todo, pero salí corriendo, mareada como si me hubiera puesto una buena borrachera.

Logré salir de ahí y cuando miré al cielo… ¡wow! Sentía que las constelaciones se me venían encima.

Michelle me ayudó a llegar al baño y… no pasó nada. ¡No entendía porque todos depuraban menos yo!

Me pasé toda la noche peleándome conmigo porque no me sucedía lo que a los demás.

<img data-lazy-fallback="1" decoding="async" src="https://theseeker.mx/wp-content/uploads/2021/03/Sombra-y-claridad.jpg" alt="Sombra y claridad" class="wp-image-1050" />

Sombra y claridad

En vez de ello, se me presentaron mis peores demonios. Literalmente conocí mi sombra verdadera. ¡Sabía que existía, pero no tan grande!

Me quería morir de ver todo lo que se me venía a la mente y lo que sentía. ¡No podía creer que esa también era yo!

Lo peor de todo es que no tenía la confianza para pedirle a nadie que tomara mi mano y me dijera que todo iba a estar bien.

Todo empieza a pasar

De pronto, escuché un mantra que amo, y eso me guio de regreso al ashram. Encontré mi lugar como pude y me senté. Entonces sentí cómo Carlos, mi novio, me abrazaba y contenía.

Vi a Pablo, mi difunto ex esposo, y me dijo que partía dejándome en buenas manos. Empecé a llorar y llorar, solté miles de emociones; esa fue mi forma de depurar.

Muchas horas después, cuando aterricé en planeta Tierra, ¡me di cuenta de que esa noche la ayahusaca me enseñó de qué tamaño eran mi ego y mi sombra, mis miedos, mis grandes ganas de controlar todo y lo poco que fluía! ¡Fue revelador!

Al día siguiente descansamos, nos dimos un masaje, reflexionamos sobre todo lo que cada quien vivió en la experiencia y nos preparamos para la siguiente toma que era el domingo.

Me quería morir de tan solo pensar en desayunar ayahuasca y que me fuera igual que como me fue la noche anterior. ¡Paso!

Mi amiga Paola me convenció. Otro amigo, Chema, me llamó y nunca se me va a olvidar que me dijo: “Suelta el control y fluye”.

¡Pues ahí voy otra vez!

Esta toma fue lo mejor que me ha pasado en la vida. A los 45 minutos empezó la feria de colores. En esta ocasión era de día, así que los colores eran mucho mas lúcidos.

Entonces escuché a la abuelita decirme claramente: “Vete a un lugar apartado, porque ahora si es momento de depurar y sacar todo lo que ya no te sirve”.

Obedecí, agarré mi cubetita y me fui a mi lugar, en medio de la naturaleza, sola, a mis anchas.

Cierro los ojos y de pronto veo un ángel gigante, pero cada vez que lograba llegar a su cara para ver quien era, me daban unas ganas bárbaras de vomitar.

Hasta que finalmente me atreví y, dicho y hecho, ¡depuré mi vida entera!

Cuando vi a ese ángel, ¡me di cuenta de que era yo! Mi novio estaba a mi lado y sentí una paz de locura.

Repentinamente me di cuenta de que estaba viendo a todo mi grupo de almas (muchos estaban ahí fisicamente y no lo sabía, porque casi no los conocía, a pesar de que era ya el segundo día).

Todos éramos estrellas chocando unos contra otros, y cada vez que chocábamos nos encendíamos e iluminábamos el espacio. Era nuestra forma de limpiarnos.

El mensaje

Nos decían que nuestra misión en la Tierra es limpiar a la gente, iluminarla y guiarla.

Me explicaron que para poder hacer esas limpiezas nos teníamos que mantener limpios a traves de la meditación. Que si no lo hacíamos no podíamos limpiar a nadie y no veríamos con claridad nuestra misión.

También escuché que no nos haría falta nunca nada porque veníamos como trabajadores de luz (light workers), y que había llegado el día en que nos volvíamos a reunir para llevar a cabo todo eso que pactamos antes de bajar.

Esta experiencia fue más corta, pero cuando regresé al círculo me percaté de Fer, mi nuevo amigo brasileño. Llorando los dos, dijimos al mismo tiempo: “nos encontramos”.

Resultó que tengo amigos en común o algún tipo de relación con muchos de los que fueron ese día.

Fue un momento increíble, sanador, reparador y de plenitud total. Me di cuenta de que, definitivamente, existe el grupo de almas.

Supe cómo todos estamos conectados y todos somos amor, Y de la misma manera en que vi lo grande que es mi sombra el primer día, también vi la luz inmensa que soy el segundo día. Eso fue gracias a que decidí soltar el control y simplemente fluir.

Originalmente yo iba a celebrar el cumpleaños de mi amigo y salí llena de amor con el mejor regalo: conocer mi dualidad, mi grupo de almas y confirmar mi misión de vida. Qué honor.

Recomiendo muchísimo esta experiencia siempre y cuando sientas que ya es tu momento.

El llamado de la ayahuasca

Si sientes el llamado de la ayahuasca en tu ser, escúchala. Asegúrate de que sea con gente experta, como fue mi caso.

Es una experiencia muy fuerte, pero sin duda será la mejor de tu vida.

Se requiere preparación física y mucha valentía para enfrentarte a tu verdadero yo, en dualidad total, luz y sombra vistos con una lupa.

¡Gracias, Cheetah! ¡Me diste el mejor regalo en tu cumpleaños! Gracias, abuelita ayahuasca.

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